El gobierno de Diego Colón confrontó problemas con la
Orden de los dominicos, que asumió la defensa de los aborígenes, para de esta
entrar en contradicción con la de los franciscanos que era indiferente con la situación
imperante, o sea, la explotación de los indígenas.
Los sacerdotes que iniciaron la lucha en favor de los explotados
fueron Domingo de Mendoza, Pedro de Córdoba, Fran Antón de Montesinos y Bartolomé de las Casas.
Este ultimo llego a la isla con la intensión de
hacerse rico y luego de participar en las matanzas de indígenas en Xaragua e
Higuey desistió de sus propósitos y tomó
los hábitos.
La oposición al maltrato que recibían los aborígenes se
manifestó en el famoso, Sermón de Adviento
o Sermón de Montesinos, en el que se proclamó desde el púlpito que los
indios eran libres por naturaleza y por derecho.
El pronunciamiento, como era de esperarse, disgusto
profundamente a los colonos y hasta a los de la Orden de San Francisco, quienes
pidieron a los dominicos que se retractaran.
Sin embargo, éstos ( los seis que integraban la Orden)
ratificaron su posición, a través del mismo Montesinos el domingo siguiente,
por lo que colonos y sacerdotes, éstos últimos por medio del Fray Alonso
Espinal, viajaron hacia España para poner en conocimiento del Rey Fernando la
actitud de los dominicos en contra de la explotación de los aborígenes.
El monarca, como era de esperarse, apoyó a los en
comendaderos y a los religiosos
franciscanos y dispuso la deportación de los dominicos de La Española si éstos persistían
en sus empeños de defender a los aborígenes.
Los religiosos se vieron obligados a abandonar su lucha
en La Española, pero la mantuvieron en la Corte hasta lograr que el monarca
dispusiera la creación de una junta de letrados para analizar la situación de
los indígenas
Las Leyes
de Burgos
Una de la primera consecuencia del sermón de
Montesinos fueron las Leyes de Burgos, que no fueron más que un mamotreto jurídico
en la que se establecían una serie de obligaciones con el alegado propósito de
que los aborígenes recibieran un trato humano y fueran evangelizados.
Las Leyes, promulgadas en 1514, se conocieron en La
Española cuatro años después, es decir en 1518 cuando prácticamente la población
indígena había desaparecido y era sustituida por la negra.
De acuerdo a las disposiciones, las autoridades
coloniales debían tratar a los indígenas como seres humanos, lo que iba en contraposición
con los intereses de la Corona en
momento en que los en comendaderos, que se encontraban en la isla, estaban
deseosos de abandonarla y lo único que se lo impedía era su condición de
esclavista frente al indígena.
Los
repartimientos de Alburquerque
La segunda consecuencia del indicado sermón de
Adviento fueron los repartimientos de indios realizados por Rodrigo de
Alburquerque, alcaide de una fortaleza, y constituyeron la primera reacción de los
colonos antes las señaladas disposiciones.
as Leyes de Burgos no fueron
aplicadas en la Isla La Española, puesto que Don Rodrigo de Alburquerque,
maniobro con los funcionarios del Rey, con el objeto de que el gobernador Diego
Colon, no tuviera la facultad de realizar las reparticiones. Rodrigo de
Alburquerque logro su objetivo, y al retornar a la isla acompañado del
Licenciado Pedro Ibáñez Ibarra, trajo consigo la facultad de realizar las
reparticiones que deseara. El alcalde dispuso de las direcciones de los nuevos
repartimientos.
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